Primer salón del coche antiguo y de colección en Francia, esta cita obligada para los nostálgicos de las líneas clásicas propondrá un viaje en el túnel del tiempo por carretera y este año también por agua.
Hasta el próximo día 5, los 90,000 visitantes que espera recibir podrán encontrar rarezas y piezas únicas sobre los 33,000 metros cuadrados de superficie que ocupa en la Puerta de Versalles (al sur de París).
Una de ellas es el Ferrari 250 GT que fue propiedad del cineasta Roger Vadim, primer marido de Brigitte Bardot.
Es también uno de los principales reclamos que trajo este año a la feria la casa de subastas Artcurial, que lo subastará el próximo viernes.
Según dijo a Efe su director, Matthieu Lamoure, el vehículo podría alcanzar entre 2.8 y 3.2 millones de euros (3.6 y 4.2 millones de dólares). "Todo un récord".
La casa ha hecho "un esfuerzo" para subastar coches "para todos los bolsillos y todos los presupuestos", desde los 8,000 hasta los 700,000 euros (10,500 y 922,000 dólares), añadió.
La otra gran atracción de la nueva edición de "Rétromobile" son los cinco automóviles anfibios que logró reunir.
Son automóviles que constituyen, más que una afición, un "modo de vida", en opinión de uno de sus apasionados, Emmanuel Abit, cuya tarjeta de visita muestra ya su devoción por este tipo de vehículos inventados a principios del siglo XIX, capaces de desplazarse por tierra y agua.
"Una vez que lo pruebas, que entras en el agua con tu coche, ya no puedes salir", aseguró.
Para el presidente de la Asociación de Vehículos Anfibios de Francia, Christoph Prier, es un "orgullo" poseer un auto que no tiene nadie más.
Con él coincidió el director de Eventos del Salón, Thierry Fargues.
"Al final no importa que sea antiguo o no: está la pasión de desear un automóvil por encima de todo", afirmó.
La feria expone otras muchas piezas y curiosidades, como los diez coches más representativos del Mullin Automotive Museum, propiedad del americano Peter Mullin, un coleccionista de la carrocería francesa de los años 20 y 30.
Presenta además una exhibición de vehículos sin patente, construidos en los años 60 y 70 por amantes de la automoción que diseñaron sus propios modelos.
El salón completa su oferta con numerosos espacios en los que se venden todo tipo de objetos relacionados con las cuatro ruedas, desde coches de juguete en miniatura hasta viejas revistas o surtidores de gasolina de los años setenta, todo pensado para los nostálgicos de la carretera.