Uno de los problemas derivados del intenso tránsito vehicular, principal fuente de ruido, es el impacto que provoca en la vivienda, uno de los elementos más sensibles en el ámbito urbano a los efectos de la contaminación sonora.
Los habitantes “quedan desprotegidos de la influencia de la vialidad” y no existe legislación alguna para defenderlos, porque además “no hay ley que obligue a ningún arquitectos, ingenieros, promotores o constructores a aislar acústicamente los edificios, en especial los destinados a casa-habitación”.
Además existen colonias como la Condesa, la Roma, el Centro y Polanco que se distinguen por ser centros de ocio donde se ubican restaurantes, bares y antros que invaden y contaminan con ruido a los habitantes, quienes con frecuencia se quejan y denuncian, pero “es muy poca la respuesta de las autoridades”, ya que si bien existe una dirección general de vigilancia ambiental, “la normatividad alrededor del ruido es prácticamente nula”, afirmó el investigador.
El doctor en Diseño en la línea de arquitectura bioclimática por la Unidad Azcapotzalco de la UAM dijo que a la problemática anterior se agrega que entre los profesionales mexicanos involucrados con el tema de vivienda “no existe la sensibilidad sobre el asunto del ruido ambiental”.
El investigador se refirió a una encuesta realizada en 2017 en 800 hogares a lo largo del corredor Reforma, en la que se trabajó con grupos de enfoque, en los que fueron tomados en cuenta el nivel socioeconómico, la edad, las zonas urbanas y el género, entre otros factores para saber qué tan sensible es la población ante el ruido ambiental.
Como resultados preliminares, informó que uno de los hallazgos del trabajo fue que, para la mayoría de los entrevistados, el ruido no representó un problema “que se considere y se tenga en la mente” para el grupo de ingresos económicos bajos, ubicados en la zona de la Villa.
El de ingresos medios, situado en las colonias Narvarte y Del Valle, y de ingresos altos, ubicado en Las Lomas de Chapultepec, la mayoría tuvo las mismas respuestas, en el sentido de “ya estamos acostumbrados a la situación y se nos olvida”, pese a que hay consenso respecto de considerar a la Ciudad de México “como la metrópoli más ruidosa que conocen”.
Por otro lado descubrieron que el ruido no se dimensiona como un conflicto semejante al tráfico, la inseguridad, la contaminación del aire, los baches o el transporte.
Otro resultado obtenido del estudio es que hay desconocimiento y muy poca información respecto de los efectos provocados por el ruido en la salud, además de que se identificó que no hay una cultura ciudadana de defensa o reclamo por este problema entre la población, es decir, hay pocas o nulas quejas o denuncias, lo cual tiene que ver con un desconocimiento de las instituciones a las que pueden acudir, sobre todo en relación con el ruido que hacen vecinos o establecimientos.
Entre los encuestados hubo un grupo importante que opinó que existe el derecho a hacer ruido, es decir “yo en mi casa puedo hacer lo que yo quiera”, lo que refleja la falta de conciencia del compromiso cívico.
De lo anterior el doctor Rodríguez Manzo concluyó que “existe un problema relacionado con la ignorancia, con la difusión de la problemática y con la necesidad de contar con un ente gubernamental que se proponga sensibilizar a la población sobre esta cuestión, por lo que en la UAM “trabajamos como institución para sensibilizar a la población y a las autoridades”.