“Tengo dos años trabajando en el corredor de la Línea 6 que va de la estación del Rosario a Villa de Aragón. Empecé manejando un autobús en un módulo de Santa Marta, en Iztapalapa, pero quise superarme más y acepté la invitación de trabajar aquí, al igual que otras mujeres que entraron conmigo y ahora estamos en este nuevo reto”, comenta.
En entrevista con Notimex, Araceli explica que en esta línea hay como nueve mujeres conductoras entre 150 conductores hombres, más o menos. Aquí, la oportunidad para trabajar es pareja, sólo que son menos mujeres las que se atreven a hacer este trabajo, sobre todo por la actitud de muchos hombres que todavía sienten que están invadiendo sus terrenos laborales.
Por ello aún hay que luchar para demostrar que las mujeres tienen las mismas capacidades que los hombres para desempeñar trabajos que antes, mucho antes, eran para el sexo masculino.
El problema no es con la empresa, subraya, y con un gesto de satisfacción en el rostro, la mujer de 39 años indica que “el requisito más importante para ser parte de esta experiencia, es que te guste servir a los demás con respeto, porque puedes apoyar directamente a miles de personas”.
Parada en uno de los extremos de la estación de El Rosario, atenta al ir y venir de las unidades que dan servicio en esta línea, y a la espera de cualquier indicación, Araceli describe todo su día de trabajo. "Aquí te sientes una persona muy importante en la vida", asegura.
La llegada de un Metrobús a la estación distrae su mirada y guarda silencio por unos instantes, el descenso de los usuarios mantiene ocupada su atención, luego retoma la conversación sin perder de vista a los pasajeros que bajan y caminan con prisa en varias direcciones.
Explica que el primer servicio sale a las 03:45 horas. En este horario todavía los asientos alcanzan para que se siente la mayoría de los pasajeros. Pero apenas dan las 05:00 horas varias estaciones se vuelven un caos.
Es a partir de esta hora cuando en muchas estaciones empieza la lucha entre los usuarios y el reloj. Cada minuto que avanza es la invitación para que cada vez más personas entren en busca de un lugar en las unidades.
Entonces, agrega que la comodidad pasa a tercer plano, se olvida que existe, la urgencia por llegar a tiempo al trabajo o a la escuela y la seguridad de conservar sus cosas, toma su lugar sin miramientos.
La incertidumbre de poder ser puntuales se refleja en los rostros de los pasajeros que abordan la unidad de casi 20 metros de longitud.
Muy bien peinada y con un uniforme impecable, Araceli refiere que el horario de menos tráfico es entre las 11:00 y las 12:00 horas.
"Es cuando más me gusta manejar, porque las horas pico empiezan de las 05:30 hasta poco más de las 10.00 horas, y es cuando los recorridos son menos estresantes", señala.
Con seriedad, Araceli dice que los únicos requisitos para trabajar aquí son las ganas de ayudar a la gente, responsabilidad, estar muy atenta para que el pasaje vaya seguro y no perder de vista todo lo que pasa o puede pasar afuera de la unidad.
Señaló que todos los días ,a lo largo de sus recorridos tiene que sortear muchos peligros, sobre todo cuando automovilistas y transeúntes optan por ganarle el paso al Metrobús, sin medir el riesgo que esto im´plica para ellos y para los pasajeros del transporte público.
Con un gesto de orgullo, platica que de acuerdo con su experiencia, los usuarios se sienten más confiados con una mujer al frente del volante que con un hombre, y esto le deja una gran satisfacción.
"Yo estoy encantada con el trabajo, cada día que pasa estoy más convencida de que elegí el lugar exacto para trabajar. Mis hijos: tres adolescentes y mi esposo, se sienten orgullosos de lo que hago, y además lo que gano es una aportación para que mi familia viva lo mejor posible", comenta.
Sabe que tiene seguro su sueldo cada ocho días, "y eso es una de las mejores cosas, porque vivir con la preocupación de que si te van a pagar o no, es horrible, no hay como un trabajo que te dé seguridad".
Respecto al trabajo de todos los compañeros, enfática señala que lo que deben tener muy claro todos en la Línea 6 y en todas las demás que conforman la red del Metrobús, es que “nosotros no somos microbuseros, somos otra categoría, y eso lo tenemos que demostrar minuto a minuto, hora tras hora, día a día".
Referente a lo que sintió la primera vez que tuvo a su cargo la conducción de una unidad, recuerda que “fue muy padre, cuando vi la unidad por fuera pensé: 'está muy larga, pero tengo que poder', y luego comprobé que todo se puede en la vida, si se quiere hacer”.
Lo más importante son las ganas de trabajar aquí, no sentió ningún miedo; por el contrario, al verse sentada y que ya estaba por salir, se consideró la mujer más feliz del mundo.
"Lo malo es el machismo que no se termina aquí, y en donde sea muchos hombres aseguran que las mujeres no podemos con ciertas cosas y nos ven de forma rara cuando llegamos a lugares como éste, pero les hemos demostrado que las mujeres podemos", reitera orgullosa.
Otra de las cosas que hacen la diferencia con los hombres, "es que somos más precavidas, porque desde que salimos de casa, en lo primero que pensamos es en hacer bien el trabajo para regresar y poder volver a ver a la familia, a los hijos y disfrutar de ello el tiempo que podamos".
Por Ma. del Refugio Gutiérrez. Notimex