Manejo a la defensiva: el arte de salvar tu vida tras el volante

Manejo a la defensiva: el arte de salvar tu vida tras el volante

El manejo a la defensiva se define como el conjunto de técnicas cuyo empleo permite a los conductores evitar accidentes de tránsito.
Quálitas

Este estilo de conducción se basa en diversos principios, siendo el más importante de ellos mantenerse atento al manejo y movimientos de los demás conductores. Esto nos permite anticiparnos a los errores que pudieran cometer y así sortear cualquier percance.

Es importante recalcar que, una vez aprendidos los conceptos básicos, manejar a la defensiva es una habilidad que se va desarrollando a lo largo de los años. En nuestro artículo del mes revisaremos estos conceptos con el propósito de que seamos cada vez más quienes nos sumemos a este estilo de manejo.

Cuida el estado de tu vehículo

Es esencial tener un vehículo confiable que responda ante cualquier emergencia. Para ello, debes estar atento al programa de mantenimiento indicado por el fabricante de tu auto.

Adicionalmente, es necesario revisar al menos dos veces al mes los siguiente:
Presión de tus llantas.

Estado general de tus llantas.

Luces.

Niveles de líquidos (aceite, anticongelante, frenos, agua para los limpiaparabrisas).

Estado de las escobillas de tus limpiaparabrisas.

Limpieza de tus vidrios y parabrisas, así como el buen estado de tus espejos.

Tener a punto tu auto te permitirá garantizar su mejor desempeño, lo cual se traduce también en un menor consumo de combustible.

Planifica tu ruta

Al planificar tu ruta podrás llegar a tu destino en menos tiempo. Para lograr este objetivo te sugerimos consultar alguna aplicación –como Google Maps o Waze– antes de iniciar la marcha.

Reglas del manejo defensivo

Reconoce el peligro: al conducir, piensa en todas las posibles situaciones de peligro que podrías enfrentar, como un frenado brusco del auto que va delante, alguien que se pase el alto o el cruce repentino de un peatón.

Mantente alerta: observa más allá del conductor que está delante e incluso mira lo que están haciendo los demás. Si detectas, por ejemplo, a un conductor alterado, manipulando su teléfono o simplemente distraído, aléjate de él lo más pronto posible o al menos aumenta la distancia de seguridad.

Conoce y respeta el reglamento de tránsito: si todos aplicáramos de manera consistente el reglamento de tránsito, la mayoría de los accidentes se evitarían. Sé un ejemplo de civilidad para los demás: conócelo y aplícalo siempre.

Sé cortés: cede el paso al peatón, facilita el cambio de carril a otros vehículos y jamás te involucres en discusiones o situaciones violentas. Si detectas a un conductor agresivo, déjalo pasar.

Usa el cinturón: nunca manejes sin haberte ajustado el cinturón de seguridad y cerciórate de que tus pasajeros también lo traigan puesto.

Prevé los movimientos de los conductores que van detrás:

Mitiga el “efecto látigo”, producto de una posible colisión por detrás, colocando correctamente la cabecera de tu asiento a la altura de tus ojos, no de tu nuca.

Anuncia tus intenciones y acciones mediante el uso de tus direccionales y las demás luces de tu auto. Verifica que todas funcionen correctamente.

Frena correctamente disminuyendo tu velocidad de manera suave y manteniendo una distancia segura respecto del vehículo que va delante.

Tu estado físico y mental

Cuando conducimos, somos responsables de nuestra propia seguridad, la de las personas que nos acompañan y la de terceros que pueden verse afectados por una imprudencia. Por ello, nuestro buen estado físico y mental es fundamental para una conducción segura. A continuación enlistamos los principales factores de riesgo que debes evitar cuando conduzcas:

Fatiga:

La capacidad de mantenerse alerta durante mucho tiempo frente al volante puede variar de persona en persona, pero cuando llega la fatiga, los reflejos se debilitan y la capacidad de respuesta disminuye considerablemente. Por eso es importante detenerse cada dos o tres horas para estirar las piernas o tomar una siesta; también se puede programar una noche de descanso para dividir el trayecto en partes.

Estrés:

Por lo general, conducir bajo los efectos del estrés promueve un estilo de manejo agresivo, que puede llevarte a cometer errores y provocar accidentes de tránsito graves. Si padeces estrés de manera continua, trata de cambiar algunos de tus hábitos, llevar una vida más organizada e incluso tomar algún curso o terapia que te ayude a manejarlo positivamente.

Deficiencias visuales o auditivas:

La pérdida paulatina de la agudeza visual y auditiva es un proceso normal conforme vamos creciendo. Debido a que estos dos sentidos son los que más utilizamos al conducir, es importante programar revisiones periódicas y seguir las instrucciones del médico.

Bebidas alcohólicas y medicamentos

Otro factor de alto riesgo son las bebidas alcohólicas, ya que éstas alteran nuestra percepción del entorno y aletargan nuestros reflejos. Ya lo sabes: si bebes no manejes. Lo mismo es válido cuando se trata de medicamentos cuyos efectos secundarios sean sueño, vista borrosa o cualquier alteración que afecte tu capacidad de conducir.

Manejar a la defensiva nos permite evitar accidentes lamentables y preservar lo más valioso: la vida. Además, nos brinda otros beneficios: planificar nuestras rutas nos permite ahorrar tiempo; utilizar menos combustible en nuestros traslados mejora nuestra economía; finalmente, todo esto también disminuye los factores de estrés.

En entregas posteriores hablaremos de las reglas del manejo a la defensiva en diversos escenarios (de noche, bajo la lluvia, en carretera, entre otros). ¡Mantente alerta y a la defensiva!

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