La historia de Chile y su economía están estrechamente ligadas a la minería, primero con la boyante industria salitrera a comienzos del siglo pasado y posteriormente con la explotación del cobre.
El metal rojo, fundamental en la transmisión de energía, se ha convertido en el principal producto chileno y el año pasado concentró casi el 50 por ciento de las exportaciones.
Esta hegemonía no está en riesgo para los próximos años gracias a las grandes reservas de cobre del país sudamericano y las perspectivas de la demanda del metal.
"Chile tiene un tercio de las reservas del mundo, podemos seguir explotando a la misma velocidad al menos treinta años, más todo lo que se puede ir agregando con el desarrollo de los yacimientos, y la demanda de cobre se ve bastante sana a nivel mundial", explica a Efe Jorge Cantallopts, director de Estudios y Políticas Públicas de la Corporación Chilena del Cobre (Cochilco).
La excesiva dependencia del cobre es peligrosa para las finanzas chilenas -el metal cotiza en los mercados internacionales- y las autoridades insisten desde hace años en la necesidad de diversificar la matriz productiva, pero no resulta fácil despojarse de la herencia minera.
Para explicar los 5.8 millones de toneladas de cobre que produjo Chile en 2018, cifra récord en la historia del país austral, es necesario conocer el mapa de las empresas mineras, dominado por grandes compañías, chilenas y extranjeras, altamente especializadas y con tecnología de punta.
La mayor productora mundial de cobre es la empresa estatal Codelco y en el sector privado resaltan la chilena Antofagasta Minerals y otras con capital extranjero como Escondida o Collahuasi.
Juan Carlos Guajardo, director ejecutivo de la consultora Plusmining, subraya, en declaraciones a Efe, que todas estas compañías utilizan tecnologías "absolutamente maduras, probadas y confiables", pero hasta hace poco habían dejado en segundo plano la innovación.
Los altos niveles de inversión y riesgo de la industria llevaron tradicionalmente a las mineras a dejar el desarrollo de innovaciones tecnológicas en manos de empresas especializadas en servicios a la minería, una situación que ha empezado a cambiar.
"Las propias compañías mineras se han dado cuenta de que necesitan acelerar su proceso de innovación y buscan fórmulas para acelerar las opciones de innovaciones tecnológicas", señala Guajardo.
Algunas empresas han fortalecido sus áreas de innovación, otras buscan financiación en fondos de inversión o estrechan los vínculos con sus proveedores para trabajar en proyectos innovadores.
En este panorama minero dominado por el cobre ha irrumpido durante los últimos años el litio, un mineral que se usa para la elaboración de baterías de teléfonos, ordenadores portátiles y vehículos eléctricos.
El Salar de Atacama, al norte del país, posee las mayores reservas mundiales de litio, pero Chile no es el principal productor.
En 2018, Australia superó a Chile por primera vez, con unas 51,000 toneladas métricas frente a las 16,000 del país sudamericano.
Según Guajardo, esto se debe a la regulación chilena, que declaró el litio como un mineral estratégico y limitó los derechos de explotación a dos empresas: la chilena SQM y la estadounidense Albemarle.
Esto ha hecho que la industria chilena del litio pierda competitividad frente a países como Australia o Argentina, que han apostado decididamente por su explotación.
Jorge Cantallopts, de Cochilco, señala que, comparado con el cobre, la producción de litio es casi marginal.
Apunta, además, que los expertos no se ponen de acuerdo sobre si las baterías de litio serán la tecnología del futuro en materia de almacenamiento de energía.
El fundador de la consultora Plusmining incide en este punto y señala que el litio contará con "una ventana de tiempo" en la que será protagonista, pero tiene más riesgo de ser superado por otras tecnologías.
"El cobre parece tener una pista más despejada, hay más certeza de que tendrá un impulso sea cual sea el camino que se consolide como pilar de la electromovilidad porque, a fin de cuentas, todos los caminos llevan a un mayor consumo de energía eléctrica y en ese campo el cobre es fundamental", explica.
Uno de los principales desafíos de la minería es reducir el impacto de su actividad en el medio ambiente, un tema que ha pasado a ser de primer orden por las mayores exigencias de las autoridades y la presión de grupos de la sociedad civil.
El gran problema de las minas de cobre son los relaves, como se denomina a las zonas con desechos producto de los procesos de concentración de minerales.
En el caso del litio, su extracción requiere un gran consumo de agua en una zona que padece una profunda escasez hídrica y amenaza el ecosistema de los salares.
Matías Asun, director general de Greenpeace Chile, cree que la minería es una "actividad protegida" por la legislación chilena, que le permite operar con "límites de tolerancia que otros sectores productivos no tienen".
"La imagen de la minería como una actividad tradicional que podía traer progreso, hoy en día es percibida como una actividad que ojalá no ocurra cerca de mi casa", apunta a Efe el activista.