A través de un punto de acuerdo que analiza la Comisión de Transportes, propuso exhortar a los gobiernos estatales disminuir su colocación, pues diversos investigadores coinciden en que generan alta contaminación, mayor gasto de gasolina e incluso no cumplen la función para la que fueron “diseñados”, provocando más accidentes. Además, la legisladora plantea difundir la cultura vial en el rubro ecológico.
Mencionó que los gastos en los reductores de velocidad pueden ascender hasta 400,000 dólares al año, de acuerdo con el Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Según la Secretaría de Ciencia Tecnología e Innovación de la Ciudad de México, “utilizar un tope tiene un costo para el conductor de alrededor de 30 centavos de gasolina”, y el coche al pasarlo emite 10 veces más dióxido de carbono al medio ambiente, que si circulara continuamente.
López Velasco indicó que se carece de información exacta sobre cuántos “topes” hay en el país, pero al hacer un estimado contando los estados y sus municipios, el promedio por ayuntamientos es de 500, por lo que se puede determinar que hay un aproximado de un millón 226,000.
Cuando un autobús de pasajeros es sometido al esfuerzo de cruzar un “tope”, abundó, el efecto de emisiones por aceleración se incrementa, de manera que llega a generar hasta nueve veces más; por cada reductor un vehículo consume hasta diez mililitros de gasolina.
Subrayó que hay trayectos en Morelos, en donde existen 50 “topes”, uno cada 300 metros; en promedio cada 30 segundos pasa un coche, por lo que en un día transitan 3,000 vehículos que desperdician 7,000 litros de gasolina y energía con un costo de más de 70,00 pesos diarios.
Los “topes” surgieron para reducir el número de accidentes de tránsito debido al exceso de velocidad; sin embargo, no ha sido una medida idónea ponerlos en cualquier calle o carretera. Su proliferación, en muchos casos, sin señalización y sin cumplir las reglas de colocación, causa accidentes viales. Por ello, es vital disminuirlos, crear mecanismos para controlar la velocidad de los autos y fortalecer una cultura vial”, añadió.
La diputada del PRI sugirió que los recursos usados para colocarlos, sería conveniente aplicarlos en otros mecanismos para reducir la velocidad, tales como semáforos y monitores de velocidad.
Para construir los reductores se requieren 1.7 metros cúbicos de piedra, 290 litros de arena, 90 litros de cemento y 40 metros de varilla; provocan choques y los automovilistas gastan en las reparaciones mecánicas, suspensiones rotas y golpes al chasis.
En materia de salud, algunas de las afectaciones para los conductores cuando los pasan a una velocidad alta o a más de 30 km/h, son: desprendimiento paulatino de la retina, problemas en cuello, cintura y cadera, así como afectaciones a tórax, reacción cardiovascular, pulmones, abdomen, hígado y vaso, por golpes contra el volante del vehículo.