La llamada flexibilización cuantitativa o Quantitative Easing (QE) fue anunciada en enero por el presidente del BCE, Mario Draghi, que la semana pasada fijó para mañana el lanzamiento del plan, criticado sobre sobre todo desde Alemania.
El programa, que supone una inversión de 1.14 billones de euros hasta septiembre de 2016, busca estimular la coyuntura y frenar la caída de la inflación en la zona euro.
"Sólo el anuncio de compra de deuda ya ha tenido efectos positivos", indicó Draghi tras la sesión del Consejo de Gobierno del BCE celebrada el jueves pasado en Nicosia, Chipre, apuntando al leve repunte de la inflación registrado desde entonces.
El BCE aprobó el plan en su sesión mensual del 22 de enero por amplia mayoría, pero con el rechazo del presidente del Bundesbank alemán, Jens Weidmann, y de la también alemana Sabine Lautenschläger, miembro del directorio del BCE.
La inflación de la eurozona en febrero fue del 0.3 por ciento negativo. El dato representa una mejora con respecto al mes anterior, cuando la tasa fue del 0.6 por ciento negativo, pero sigue lejos del objetivo fijado por el BCE para garantizar la estabilidad de precios (por debajo pero cerca del 2,0 por ciento).
La caída sostenida de precios por un largo periodo representa una amenaza para la coyuntura, porque empresas y consumidores pueden evitar compras e inversiones a la espera de que los precios sean más bajos.
Sin embargo, la mayoría de economistas ve poco riesgo de deflación. La baja inflación es sobre todo una consecuencia de la drástica caída de los precios del petróleo, que actúa a su vez como un estímulo a la economía.
Los más críticos dudan también de que el programa del BCE tenga las consecuencias esperadas y temen en cambio efectos colaterales, como burbujas de precios causadas por el dinero barato o que los gobiernos de países con problemas de deuda relajen sus esfuerzos reformistas al ser financiados indirectamente por el BCE.
El programa "no es un instrumento como cualquier otro en la unión monetaria. Implica riesgos", alertó en enero Weidmann. Otros analistas de la primera economía europea arremetieron también contra el BCE y lo calificaron de "experimento peligroso" y "un error".