Hayward, de 53 años, ocupa la máxima responsabilidad ejecutiva de BP desde mayo de 2007 y dirigió los primeros esfuerzos para hacer frente a la catástrofe ecológica, que estuvo cerca de enfriar las relaciones entre Washington y Londres por la virulencia de los ataques contra la petrolera británica desde Estados Unidos.
Hayward fue criticado no sólo por la lentitud para detener el vertido, sino por la aparente imagen de indiferencia que mostró públicamente hacia el drama que suponía la contaminación de crudo para miles de personas en la costa sur de Estados Unidos.
El jefe de gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel, le criticó en junio con dureza por asistir a una regata mientras seguían fluyendo miles de litros de crudo en aguas del Golfo de México.
"Creo que podemos llegar a la conclusión de que Tony Hayward no va a tener una segunda carrera profesional como especialista en relaciones públicas. Este se añade a una larga lista de equivocaciones", dijo Emanuel en una entrevista.
Su marcha le supondrá a BP el pago de una indemnización de un millón de libras (unos 1.17 millones de euros) al directivo, quien, cuando se anunció a finales de julio su relevo, aseguró que la explosión en el golfo de México fue una tragedia terrible sobre la que "siempre" sentirá "una profunda responsabilidad".
A partir de ahora, Dudley, de 55 años, afronta la tarea de recuperar la reputación del gigante petrolero británico tras la explosión en abril de la plataforma Deepwater Horizon, que causó graves daños ecológicos, y fijar una nueva estrategia empresarial.
Su nombramiento como sucesor de Hayward no fue casual, ya que la figura de este empresario nacido y criado en Misisipi, ayudó a calmar a la opinión pública y a los medios estadounidenses frente a lo que consideraban negligencia y desconsideración por parte de BP.
No obstante, la imagen de BP en Estados Unidos sigue por los suelos, lo que son malas noticias para la compañía, que antes del accidente consideraba uno de sus principales intereses estratégicos la exploración de crudo en aguas profundas del Golfo.
De hecho, Estados Unidos representa el 26 por ciento de la producción diaria de BP, con la extracción de 4 millones de barriles de petróleo y gas, siendo el mayor operador en este país y la firma que mayor número licencias de explotación ostenta.
Por lo tanto, la decisión del presidente estadounidense, Barack Obama, de aprobar una moratoria en la exploración de crudo en aguas profundas fue un duro golpe para la petrolera, que además ha tenido que afrontar el pago de cuantiosas indemnizaciones y de la limpieza del vertido, lo que ha cuestionado su apuesta por Estados Unidos.
Algunos inversionitaes de BP han sugerido que el entorno es muy arriesgado en Estados Unidos para la firma y que por lo tanto debería reducir temporalmente su presencia, potenciando los negocios en otras áreas como Rusia, Angola o Azerbaiyán.
BP ha anunciado que planea desviar hasta 30,000 millones de dólares en activos para financiar la limpieza del Golfo de México y otros 20,000 millones de dólares para las indemnizaciones.
Dudley anunció este miércoles los planes para crear una nueva división de seguridad con "amplios poderes" tras el vertido en el Golfo de México, en el marco de una extensa reestructuración destinada a restablecer la confianza en la empresa.
El nuevo consejero delegado impulsará una reorganización del área de exploración, que supondrá la renuncia del actual responsable, Andy Inglis, al frente de las operaciones de BP en el golfo de México cuando se produjo la explosión en la plataforma.
Según señaló el nuevo consejero delegado, lo más urgente en estos momentos es la gestión de la seguridad y el riesgo, para recuperar así la confianza de los clientes, gobiernos y empleados.
El pozo petrolero Macondo, donde se originó la explosión, fue declarado extinguido hace unos días por las autoridades estadounidenses, tras derramar casi cinco millones de barriles de crudo al mar durante cinco meses en la peor catástrofe ecológica de los Estados Unidos y costar la vida a once personas.
BP sufrió unas pérdidas multimillonarias en el segundo trimestre del año (17,000 millones de dólares o 13,000 millones de euros) a consecuencia de los gastos derivados del vertido de crudo, catástrofe sobre la que la petrolera británica ha negado en todo momento haber actuado con negligencia.