A medida que las tecnologías electrificadas ganan terreno, México enfrenta el desafío de equilibrar la adopción de soluciones sostenibles con la necesidad de desarrollar una infraestructura robusta que asegure beneficios tangibles para la sociedad.
La necesidad de electrificación en México trasciende la tendencia global y la reducción de emisiones de CO2 como una respuesta al cambio climático. Esta transición, para ser efectiva, debe articularse estratégicamente, considerando las características específicas del entorno económico y social del país. Según datos del INEGI, el sector automotriz representa el 4.7% del PIB nacional, evidenciando su papel vital no solo en la economía sino también en la estructura social y ambiental de México.
La transición hacia tecnologías electrificadas como Híbridos Eléctricos (HEV), Híbridos Eléctricos Conectables (PHEV), Eléctricos 100% de Batería (BEV) y Eléctricos de Celdas de Combustible de Hidrógeno (FCEV), reflejan un cambio global que responde al creciente interés por reducir el impacto ambiental desde el sector automotriz. En este contexto, México se ha convertido en un mercado clave, donde los vehículos híbridos eléctricos representan el 73% de las ventas de los vehículos electrificados, según la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), lo que refleja un cambio significativo en las preferencias de los consumidores mexicanos hacia opciones más sostenibles y que cubren sus necesidades actuales.
Interesantemente, el enfoque en vehículos híbridos eléctricos no solo responde a una preferencia de mercado, sino también a una mayor eficiencia en el uso de recursos. Según un estudio del Departamento para el Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales del Reino Unido (DEFRA), Ricardo-AEA y BlueSkyModel, con la misma cantidad de minerales críticos necesarios para producir una sola batería de vehículo eléctrico, se podrían fabricar hasta 90 vehículos híbridos o 6 híbridos eléctricos conectables.
Es fundamental desarrollar soluciones estratégicas y prácticas para avanzar hacia una movilidad sostenible. Esto implica establecer infraestructura que se adapte a las especificidades del contexto mexicano y fomentar la adopción de tecnologías de bajas emisiones. Es imprescindible impulsar reformas en la política pública para ampliar la disponibilidad de opciones sostenibles. La colaboración efectiva entre la industria, la academia y el gobierno es clave para garantizar que estos avances sean accesibles y realistas, promoviendo una transición energética equitativa y eficiente.
El Día Mundial del Futuro nos invita a reflexionar sobre la importancia de las decisiones actuales y su impacto en las generaciones por venir. Debemos asegurar que la transición hacia la electromovilidad en México sea efectiva en términos de reducción de emisiones de CO2 y mejoramiento de la calidad del aire, asegurando que también fomente un crecimiento inclusivo y sostenible que beneficie a todos por igual.