Pocos metros después de la entrada de la Central, un camino conduce a una pequeña nave que alberga esta innovadora planta "100% mexicana", que recibe a quien la visite con varias torres de garrafones y botellas que contienen aceite alimentario usado en su interior.
Uno está quemado, otro usado de varias veces, y alguno simplemente pasó la fecha recomendada para el consumo. En la planta, explica la ingeniera ambiental Rubí Guzmán, supervisora de operación, una parte del aceite usado llega a partir de donaciones, pero la mayor parte la compran.
Una vez en la nave, el líquido dorado se almacena en unos bidones -cuya capacidad máxima es de aproximadamente 25,000 litros- para de ahí pasar a través de varios filtros y así retirar los residuos que pueda traer por haber sido utilizado en hogares, puestos ambulantes, restaurantes o grandes empresas.
A continuación, ya limpio, se introduce al reactor y se mezcla con un catalizador que se produce en la misma planta, del que resultan dos productos: glicerina que luego puede usarse, por ejemplo, en la industria cosmética, y el bioaditivo.
Este bioaditivo sirve para combinarse con diésel de origen fósil hasta en un 20%, reduciendo así costos para quien llene su depósito pero también contribuyendo a una economía circular.
Mayor limpieza y menor contaminación
Pero no solo esto, sino que este producto funciona como un limpiador del sistema que alberga el combustible y genera una mejor combustión.
"Al generar mejor combustión impacta directamente en las emisiones. Ya se ha demostrado -ya se está usando en varios sistemas de transporte publico- que hay reducción en emisiones de monóxido de carbono, ya que al ser mejor quemado el combustible se convierte directamente a dióxido de carbono", explicó Guzmán.
Hasta el momento, el bioaditivo producido en esta planta se está usando en 10 unidades de la línea 2 de metrobús de la Ciudad de México y en varios autobuses de la Red de Transporte de Pasajeros (RTP) de la capital.
Y los conductores de dichos vehículos, además de lo anterior, reportaron que gracias a la lubricidad del biodiésel han sentido las unidades "más suaves".
"La idea", compartió la ingeniera, "es que toda la línea 2 sea la línea del biodiésel".
El objetivo de concienciar
El proyecto, por el momento, está en su primera etapa, pero las autoridades de la Central de Abasto detallaron que, más allá de la importancia de lo simbólico, esta planta pionera en México tiene capacidad para ir ampliándose.
Sin embargo, consideraron necesario ir poco a poco y atender a lo primordial para ellos en este momento: crear conciencia.
En primer lugar, hacer saber a la población de la ciudad que sí hay lugares alternativos a las cañerías donde depositar su aceite usado.
Pueden acudir directamente a las oficinas de la Central de Abasto o dejar sus botellas en varios mercados de las alcaldías Iztapalapa, Iztacalco, Coyoacán y Miguel Hidalgo, todas en el sur de la capital.
Con esto, se incrementaría el tamaño de las donaciones que recibe la planta y así podría reducir sus gastos en comprar aceite usado.
Sobre esto, la ingeniera explicó que, según la normativa vigente, quien utiliza aceite para su negocio debe hacerse responsable de todo su proceso desde la compra hasta que se desecha, pero la norma no se cumple.
Y con esto surgen empresas que se dedican a comprar o a recoger aceite de establecimientos o negocios que necesitan deshacerse de él y se corta así la posible economía circular.
Pero para quien quiera cumplir la norma, la planta de la Central emite constancias para los generadores, a quienes les sirve "para demostrar que están haciendo un manejo sustentable de sus residuos", detalló Guzmán.
Grandes posibilidades
La experta añadió que debería poco a poco convertirse en lo "habitual", tanto el reutilizamiento del aceite como la utilización de biodiésel, puesto que en muchos otros países como Francia o España, dijo, este bioaditivo ya se ha asentado en el mercado.
Pero en México, además de los problemas para conseguir materia prima y que los vehículos no están diseñados para operar al 100 % con biodiésel, también existe cierta reticencia por parte de la población.
"Hemos visto que la gente tiene mala idea de biodiésel porque ya se ha hecho anteriormente pero de manera no certificada, no en plantas industriales, sino que se hacen en bodegas a pie de carretera donde se vende y la gente se lo ponía a sus vehículos y como estaba producido sin certificado terminaba dañando los vehículos", concretó la ingeniera.
Pero poco a poco, desde la Central de Abasto tratan de concienciar sobre la posibilidad de dar una segunda vida a lo que hasta ahora era uno de los residuos más desaprovechados, el aceite vegetal, gracias al que muchos, aunque no lo sepan, se desplazan cada día en el transporte público de la Ciudad de México.
Fuente: Efe