Las ventas de eléctricos, que fueron de 2 millones en 2018 en un año ya de fuerte incremento, deberían llegar a un ritmo de 10 millones anuales para 2025 y a más de 30 millones para 2040, indica la AIE en su informe anual de perspectivas publicado este miércoles.
En su escenario central, que integra los cambios de políticas energéticas previstos por gobiernos y empresas, la demanda mundial de petróleo subirá un 10 por ciento de aquí a 2040, pero con varias fases. La progresión se ralentizará de forma muy marcada desde mediados de la próxima década y se estancará en los años 2030.
Por una parte, continuará creciendo durante las dos próximas décadas la utilización del petróleo como combustible de camiones, barcos, aviones o de la industria petroquímica.
Sin embargo, el consumo de gasolina y gasóleo para coches (que ahora absorbe un cuarto del petróleo que sale al mercado) tocará techo a partir de la década de 2020.
Si como plantea la agencia, en 2040 hubiera un parque de 330 millones de coches eléctricos en lugar de otros tantos con motor de combustión, eso evitaría el consumo de unos cuatro millones de barriles de petróleo diarios.
No obstante, el gran apetito de los automovilistas por los todocaminos (también conocidos como SUV), cuya electrificación es más difícil y que consumen un 25 por ciento más de carburante, podría representar dos millones de barriles diarios suplementarios en la demanda mundial para 2040.
En el escenario que integra los planes y cambios programados por gobiernos y empresas, la AIE calcula que la demanda energética global se incrementará a un ritmo del 1 por ciento anual hasta 2040.
Eso es menos que el tirón del 2.3 por ciento constatado en 2018 y también menos que el 1.3 por ciento de crecimiento anual si se mantuvieran las políticas actuales en vigor. Pero resulta totalmente incompatible con un calentamiento climático limitado a menos de dos grados, que es el objetivo fijado en los Acuerdos de París.
En ese último escenario de "desarrollo sostenible", el consumo de energía en el mundo sería inferior en 2040 al actual, pero sobre todo las emisiones de dióxido de carbono (CO2) se reducirían a menos de la mitad (de 33.2 gigatoneladas en 2018 a 15.8 en 2040).
Todo eso sería posible con un crecimiento económico equiparable a los de los otros dos escenarios (del 3-4 por ciento anual), gracias a una reducción drástica del uso del carbón y a una disminución también significativa del petróleo a 65 millones de barriles diarios dentro de dos décadas, el nivel de comienzo de los años noventa del siglo pasado.
Pero si únicamente se aplican los cambios y los planes previstos hasta ahora, el consumo de petróleo aumentará alrededor del 10 por ciento de aquí a 2040 y el de gas casi un 40 por ciento, mientras que el carbón se mantendrá prácticamente al nivel actual.
La AIE calcula que la demanda de electricidad crecerá entonces un 60 por ciento, a un ritmo que duplicará con creces el de la energía en general para responder a los nuevos usos domésticos e industriales, pero también para alimentar las baterías de los vehículos eléctricos. Su peso relativo pasará del 19 por ciento actualmente al 24 por ciento y hasta el 30 por ciento para limitar el calentamiento global a menos de 2 grados.
La producción eólica y fotovoltaica aportará más de la mitad de los kilovatios adicionales necesarios en el escenario central y la práctica totalidad en el de "desarrollo sostenible", en detrimento esencialmente del carbón.
Desde su estudio del pasado año, la agencia ha modificado sus previsiones sobre el origen del crudo, que saldrá al mercado en los dos próximos decenios. Sobre todo porque gracias al tirón de los pozos de esquistos, Estados Unidos aportará un 85 por ciento del incremento de la producción mundial de crudo para 2030 y el 30 por ciento del gas.
Mecánicamente, eso supondrá un menor peso de la OPEP y de Rusia, cuya cuota en el consumo de crudo bajará del 55 por ciento a mediados de los años 2000 al 47 por ciento en 2030.