El californiano no quiere creer que el coche volador sea sólo un invento del cine y por ello lleva ya casi 50 años trabajando en ello.
"Al concepto lo llamamos Volantor", dice el profesor de casi 80 años sobre el avión, que se eleva como un helicóptero y puede despegar y aterrizar en cualquier parte. Moller está convencido de que pronto dará con el éxito. De momento se califica como un soñador. Su sueño es caro: más de 100 millones de dólares ha invertido ya en el proyecto.
No queda mucho que ver de ellos más allá de un local ruinoso a las puertas de la ciudad de Sacramento, un par de diseños llenos de polvo y un puñado de prototipos desvencijados que se elevan únicamente por los cables de acero que los sostienen.
Estas experiencias, sin embargo, no asustan a los pioneros que buscan el primer auto que circule por el aire. Al contrario: ya sea en Estados Unidos o en Europa, visionarios e ingenieros trabajan en cualquier parte del mundo en un vehículo que se encuentre tan cómodo sobre el asfalto como en el aire.
En la ciudad alemana de Bissendorf, por ejemplo, Michael Werner se rompe la cabeza desde hace más de diez años con un auto volador. Asegura que junto a sus 20 hombres de la compañía Fresh Breeze está cerca de comenzar la producción en serie.
Werner ve su vehículo como una mezcla de triciclo y de air-boat, como los que se usan en los pantanos con la hélice en la parte trasera, con un propulsor de 150 caballos. Cuando se activa el motor aéreo, se recoge el parapente y cuando se acelera, el biplaza de 300 kilos de peso se eleva.
También en Bratislava hay un vehículo que despega. El ex diseñador de Audi y BMW Stefan Klein desarrolla con su equipo el Aeromobil, que podrá circular tanto por las carreteras como por el aire. Está hecho en fibra de carbono y cuenta con alas replegables. Sobre el asfalto tiene el formato de un pequeño vehículo de transporte con una velocidad máxima de 160 km/h. Cuando despega llega a los 200 km/h y puede alcanzar una distancia de hasta 700 kilómetros sin recarga.
Con el mismo principio trabaja el Transition de Terrafugia, una start-up surgida en el afamado Massachusetts Institute of Technology (MIT) en Boston. Los estadounidenses también han construido una especie de vehículo con alas orientables que cambia el tipo de motor en apenas 45 segundos, que es el tiempo que tarda la hidráulica en poner las alas en posición. El conductor se convierte en piloto y empieza a volar hasta una velocidad de 160 km/h por el aire, explica Carl Dietrich, uno de los cofundadores de Terrafugia.
Respecto al proyecto de Moller, los otros tres conceptos presentan una diferencia sustancial: "No queremos construir un auto que pueda volar, sino que hemos desarrollado un avión con el que se puede conducir de forma razonable", dice Dietrich.
Lo que parece una distinción menor resulta decisiva, porque Dietrich acepta con ella que Transition despega y aterriza desde aeropuertos, por lo que debe regirse según las exigencias del tráfico áereo.
"Con ello no queremos sólo facilitar el día a día de los viajeros, sino que nos dirigimos a los muchos viajeros con aviones privados en Estados Unidos que pierden en el suelo la mayor parte del tiempo ganado en el aire", explica Dietrich.
La tecnología y la legislación convergen en su visión: una licencia para volar es mucho más sencilla en los Estados Unidos y facilita el uso del Transition. Y el lento triunfo de la conducción autónoma en el suelo aumenta la aceptación de los pilotos automáticos, argumenta.
Con ello ya han llegado mucho más lejos que el investigador Moller: Terrafugia ya ha logrado el visto bueno de las autoridades aéreas de Estados Unidos. Michael Werner ya ha estado en el aire. Y el Aeromobil 3.0 sigue haciendo pruebas de forma intensa, afirma el director de distribución, Stefan Vadocz.
Los pronósticos son tan optimistas como realistas: Fresh Breeze quiere cerrar ya el desarrollo este año y comenzar con la comercialización como vehículo de entretenimiento a un precio a partir de 70,000 euros (80,000 dólares).
A Terrafugia le falta, según Dietrich, la mitad de una inversión de 12 millones de dólares, así como medios para la construcción de una serie reducida para que el primer centenar de personas que ya ha hecho su pedido reciba el Transition a mitad de 2016 por un precio algo por debajo de 300,000 dólares. También pronto despegará el Aeromobil, según Vadocz.
Proyectos como el Fresh Breeze o el Transition puede ser vehículos fascinantes para gente de vacaciones o para facilitar los viajes privados aéreos en estado planos de Estados Unidos. Pero no están pensados para los conductores que usan todos los días su auto. "Para que al ir trabajar por la mañana uno pueda elevarse sobre el tráfico habrá que esperar aún mucho. O ir al cine", rebaja el optimismo Dietrich.