"La producción se trasladará a otros lugares donde estas reglas no existan", señaló en declaraciones a varios medios españoles el máximo responsable de BASF para el sur de Europa, Erwin Rauhe, quien explicó que la medida haría bajar demasiado la competitividad de las empresas europeas.
"Pedimos que no se haga este incremento voluntario y unilateral desde Europa", porque "no tiene sentido" y perjudicaría a "un sector que ya está haciendo mucho y que hace mucho más que otras partes de nuestro planeta".
Además, las consecuencias las sentirían sobre todo las pymes que tienen menos capacidad de reacción que las grandes compañías, añadió.
Según Rauhe, la solución reside en llegar a los objetivos de reducción de CO2 que ya se han comprometido e incorporar a esos compromisos a otros países y otros sectores industriales.
BASF entiende que una "cierta dirección política es necesaria" porque incentiva la innovación, pero recalca que si la industria se acaba instalando en países de fuera de la Unión las emisiones europeas bajarán, pero no las globales con lo que el impacto en el medio ambiente sería el mismo.
"Estamos en un momento increíblemente difícil", apuntó Rauhe, pero en BASF "tenemos una regla de hierro que es: vamos a aplicar siempre las reglas más restrictivas entre las nuestras y las del país en el que operamos".
La preocupación de BASF procede del estudio que publicó la semana pasada la Comisión Europea, en el que aseguró que elevar el objetivo de recorte de emisiones hasta el 30 por ciento tendrá un "impacto económico limitado" y menor al que se había calculado en un principio.
El Ejecutivo comunitario afirmó que debido a la crisis económica se han reducido considerablemente las emisiones por lo que resulta más fácil que antes y menos costoso alcanzar los compromisos ambientales.