El auto, pintado de un blanco impoluto, parece recién salido de la fábrica de Henry Ford en la urbe estadounidense de Detroit, nombrada la Ciudad del Motor, desde donde llegó a Cuba a inicios del siglo XX para estar casi 100 años después en una ciudad del centro de la isla.
"Este auto es el fruto de la perseverancia, porque este es el regalo, el homenaje que le estamos haciendo a mi abuelo", subrayó Cabrera a Xinhua sin ocultar su emoción.
El sueño juvenil del abuelo, quien murió hace tres años en la central ciudad de Ciego de Avila, a unos 420 kilómetros al oriente de La Habana, era tener un auto antiguo de esos a los que los cubanos llaman "fotingos".
Era difícil, sin embargo, lograr la aspiración del abuelo, al ser pobre y negro, pero se vio beneficiado por un amigo, quien le gestionó trabajar gratis como mecánico en un concesionario a cambio de obtener un auto de segunda mano, de los que devolvían los clientes insatisfechos.
Así se hizo de un destartalado Ford A que tuvo que reparar y poner a punto antes de irse a La Habana en la década de 1930 del siglo pasado para trabajar como taxista, la otra parte del sueño del entonces joven mecánico.
La dura crisis que atravesó la isla por esos años, obligó sin embargo al entusiasta taxista a vender su preciado auto para que la familia pudiera sobrevivir.
Aquel sueño del abuelo fue recogido por el nieto, quien trabajaba como animador en el Hotel Meliá Cayo Coco, en la cayería del litoral norte de la isla, así que se propuso regalarle al anciano un auto similar.
Tras muchos avatares, Cabrera vendió una camioneta y un auto Oldsmobile de 1960 para comprar hace 3 años, en 20,000 dólares, el auto que ahora luce como nuevo.
"Lo que más me duele es que el abuelo murió a los 94 años, unos meses antes de comprar el carro, y no pudo ni siquiera verlo", contó Cabrera con emotiva resignación.
El orgulloso propietario ha dedicado los últimos tres años de su vida a poner a punto la máquina, que conserva las piezas originales en casi un 95 por ciento.
El carro de Cabrera es ahora el estandarte del Club de Autos Clásicos de la sureña ciudad de Cienfuegos, a unos 250 kilómetros de La Habana, donde vive el propietario.
"El auto de Josué es la insignia, es un incentivo para todos, ya que tiene una historia familiar, además de lo que representa ese tipo de carro con todas las condiciones y con la originalidad que mantiene", afirmó a Xinhua el vicepresidente del Club, Rolando Alvarez.
El Club de Autos Clásicos de Cienfuegos agrupa un medio centenar de modelos, entre ellos el de Cabrera.
Este auto rodó sin problemas unos 250 kilómetros hasta La Habana para tomar parte en el II Salón del Motor, encuentro anual que busca elevar la cultura del automovilismo en la isla.
Los autos mostrados, en su mayoría clásicos y antiguos, permiten comprender porque se considera que Cuba es un "museo rodante", dominado por los automóviles estadounidenses de las décadas de 1940 y 1950, que están por todas partes a lo largo del país.
El Salón del Motor es al mismo tiempo una oportunidad para que niños y jóvenes se familiaricen con los autos, mientras aprenden sobre la necesidad de conducir con responsabilidad, y conocer los vetustos autos que de manera increíble se conservan como desde su primer día.
Muchos se acercan al Ford de Cabrera y alaban la cuidadosa conservación, sin dejar de sorprenderse y emocionarse cuando saben que es un auto que honra el sueño de un perseverante abuelo.
Fuente: Xinhua.