El jueves, Trump anunció la hoja de ruta para reiniciar la economía estadounidense tras haber "pasado el pico de nuevos casos", según declaró, a pesar de las dudas de muchos especialistas sobre el supuesto aplanamiento de la curva y que algunos de sus asesores han señalado que una reapertura prematura puede ser contraproducente en el medio plazo.
Pero con más de 20 millones de estadounidenses solicitando el seguro de desempleo en las últimas semanas, Trump tiene prisa por reiniciar la actividad en un año electoral en el que, hasta antes del brote del coronavirus SARS-CoV-2, su principal baza para ganar la reelección era la economía.
Una pieza fundamental en los planes de Trump es el sector del automóvil, clave en estados que pueden ser decisivos de cara a la votación presidencial, como Michigan u Ohio.
Trump ha incluido en su grupo de líderes industriales que le están asesorando en la reapertura económica a los dirigentes de General Motors (GM), Ford y Fiat Chrysler (FCA), con los que conversó telefónicamente el pasado miércoles.
Los tres han tenido que retrasar la reapertura de sus fábricas en Norteamérica, previsto inicialmente para finales de marzo, ante la rápida propagación del COVID-19 en Estados Unidos, Canadá y México, pero ahora están acelerando los planes para la vuelta al trabajo a las plantas de producción.
Los tres principales fabricantes estadounidenses quieren reiniciar de forma progresiva su producción. En concreto, FCA planea que la planta de Saltillo (México), en la que produce camionetas de la marca Ram para Norteamérica vuelva a la actividad en los próximos días.
Mientras, otras plantas de FCA en Estados Unidos y Canadá estarían preparándose para empezar de nuevo la producción en la primera mitad de mayo.
Por su parte, GM y Ford todavía no han indicado en qué fechas podrían reiniciar la producción en Norteamérica, pero fuentes del sector consultadas por Efe señalaron que los dos fabricantes están ultimando sus planes ante las diferentes condiciones creadas en Estados Unidos, Canadá y México por el COVID-19.
Para estos fabricantes, la coordinación de sus factorías es básica, ya que los vehículos son montados con partes procedentes de los tres países por lo que si uno de ellos no autoriza la vuelta al trabajo de sus empleados, la producción en los otros quedaría afectada.
Pero no son solo los tres grandes fabricantes estadounidenses los que están preparando la reanudación de la actividad en sus plantas norteamericanas.
El fabricante alemán Mercedes-Benz ha señalado que la planta de SUV de lujo que tiene en la localidad de Tuscaloosa (Estados Unidos), volverá a producir vehículos el 27 de abril tras casi un mes de paro a consecuencia del COVID-19.
Y el mayor fabricante de partes del mundo, la canadiense Magna, ya ha terminado sus planes para volver a la producción de forma gradual el 4 de mayo aunque la fecha final podría variar dependiendo de la situación en el terreno.
Parte de este renovado interés de los fabricantes de automóviles de volver a al actividad es fruto de los últimos datos de ventas dados a conocer por la firma J.D. Power y que señalan que las ventas en Estados Unidos en las dos primeras semanas de abril no cayeron tanto como se temía.
No es que los números sean pequeños, J.D. Power estima que si la tendencia de las dos primeras semanas se mantiene el resto de abril, las ventas caerán un 55 por ciento. Lo que supondrá la venta de casi 600,000 vehículos en abril en medio de lo peor de la pandemia del COVID-19.
La cifra del 55 por ciento de reducción contrasta con el 80 por ciento que J.D. Power había previsto inicialmente.
Además, el gobierno estadounidense sugirió el viernes que las ventas de automóviles sean consideradas esenciales, lo que supondría que estarían en el grupo inicial de actividades a reiniciar una vez los estados empiecen a levantar las restricciones.