Europa tiene que reivindicarse en el G8

Europa tiene que reivindicarse en el G8

Grecia al borde del colapso político y económico, España generando dudas cada vez mayores, un nuevo gobierno en Francia que pone en cuestión el eje Berlín-París y su modelo de austeridad que hasta ahora dominaba la estrategia de la eurozona para salir de la crisis, o unas voces cada vez más altas que ya no descartan un fracaso del euro, algo que hace poco aún era tabú total.

Son tantos los problemas que asolan a Europa que será casi un milagro si durante la Cumbre del G8 -que este viernes comienza en la residencia presidencial estadounidense de Camp David- los mandatarios logran tocar otros de los importantes temas que también tienen en su agenda.

"En algunos aspectos, pareciera que lo estamos retomando justo donde lo dejamos tras la Cumbre del G20 en Cannes (en noviembre de 2011), ésta es una cumbre de la crisis del euro, estará dominada por la crisis", dijo en los pasados días Heather Conley, directora del Programa para Europa del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) de Washington, en una charla sobre la inminente cita.

Con algunas diferencias, eso sí, puntualizó.

"Tenemos una nueva configuración de líderes", recordó.

Así, indicó, será la primera cumbre del G8 "en bastante tiempo" en la que no participará el ya ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Lo sustituye Mario Monti, para quien Camp David será la primera cita internacional de este tipo.

"Y hay una nueva dinámica, un nuevo triángulo europeo, con el presidente (francés, François) Hollande, la canciller (alemana, Angela) Merkel y Monti, además de tener que ver si se logra ese equilibrio entre crecimiento y austeridad", continuó Conley.

"Así que hay algunas nuevas caras en este G8, pero los desafíos siguen siendo los mismos", advirtió la experta.

Sin embargo, según se aseguró desde Bruselas también en vísperas de la cumbre, los europeos llegarán al G8 con la firme intención de defenderse de las críticas de Estados Unidos y otros socios a su gestión de la crisis de la eurozona.

"Lo pondremos en el contexto político y económico correcto", prometió el miércoles un alto diplomático europeo bajo condición de anonimato.

Una tarea no demasiado sencilla, teniendo en cuenta que los tabúes en torno al euro comienzan a caer desde muchos lados -el premier británico, David Cameron, habló esta misma semana de una "potencial ruptura" de la moneda única, según The Guardian- y que también crece la impaciencia externa ante un bloque que no parece lograr grandes avances pese a las medidas ya adoptadas.

Es éste el caso del anfitrión del encuentro, el presidente estadounidense Barack Obama, quien en plena campaña electoral de cara a repetir mandato no ha ocultado su preocupación por la posible influencia de la crisis europea en la economía doméstica, tema principal de la batalla por la Casa Blanca.

Aunque en general el gobierno estadounidense ha tratado de mantener distancias respecto al manejo europeo de la crisis, muy distinto al norteamericano y sus estímulos económicos, Obama no pudo evitar esta semana lanzar un dardo al otro lado del Atlántico.

"Europa sigue estando en una situación difícil en parte porque no dieron algunos de los pasos decisivos que nosotros dimos a comienzos de esta recesión", sostuvo en Seattle.

El G8 les servirá a los líderes mundiales para tomarle el pulso a la situación en un entorno quizás más que adecuado: en la relativa intimidad que proporciona Camp David, la tradicional residencia de descanso de los presidentes estadounidenses situada en las afueras de Washington y muy aislada del bullicio externo.

Expertos han advertido de que, pese a lo acuciante e importante de los temas a tratar, el mundo no debe esperar grandes avances -ni siquiera un largo comunicado- de Camp David.

Algo que, para el analista del CSIS Matthew Goodman, quizás es incluso hasta conveniente.

"Creo que hay un valor real en la conversación en sí (...) ayuda a mejorar la comprensión y, francamente, a poner un poquito de presión de grupo sobre los europeos para que se muevan", explicó.

También para Heather Conley el mero hecho de que los principales responsables de la economía mundial hablen cara a cara de los problemas, algo que consideró un retorno al "viejo espíritu" original de este tipo de reuniones, tiene un valor que no se debe desdeñar.

"No se trata de alardear, de hacer grandes promesas de compromisos: es una conversación. Y porque estamos donde estamos, con la crisis de deuda europea, con la transformación que está ocurriendo en Occidente, ya sea en Japón, en Europa o en Estados Unidos, necesitan tener una conversación sobre ello", sostuvo.

Ante un nuevo modelo mundial, "más les vale tener confianza y comprensión acerca de cómo están actuando, porque actuar por separado sería un desastre", advirtió.

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